jueves, 15 de marzo de 2012

Primer Capítulo de "Las Sombras de la Tríada": Una Mujer Misteriosa I

¡¡Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
Traigo un regalito a todos los que ya tienen ganas de lanzarse a leer el siguiente libro de "La Orden del Sol" ^^
Os dejo aquí una parte del primer capítulo, aunque digo la misma advertencia que hice con la introducción, ¡¡devela cosas de "El Principio del Fin"!! Leerlo sin haberse leído el libro anterior os lo destrozará.


UNA MISTERIOSA MUJER

Desperté empapado en sudor, algo muy normal en pleno agosto y más viviendo en Madrid, pero no era ésa la razón por la que me sentía perturbado. El sueño estaba grabado en mi mente y aún podía verlo escena tras escena. Lo peor del caso es que no era un sueño, sino el recuerdo del día en que cambió mi vida para siempre. Hacía meses que no soñaba con eso, de pequeño solía ser mi pesadilla más recurrente, pero ya había más cosas que ocupaban mi mente y mi subconsciente.

Unos extraños ruidos en la planta de abajo llamaron mi atención de pronto. ¿Sería eso y no ese antiguo recuerdo lo que me ha despertado? Introduje veloz la mano bajo la almohada, sacando una daga de plata que siempre llevaba conmigo. Acto seguido, me puse de pie y caminé sigiloso hacia la puerta de mi habitación. Al abrirla, descubrí algo que me puso nervioso: Hugo, mi sombra, no estaba allí vigilando. Eso era demasiado raro. ¿Qué podía suceder de tanta relevancia para que Hugo no cumpliera con su función de vigilante y protector? Nada. La única explicación era que le hubieran atacado, y, por lo que oía, abajo había un grupo de personas hablando de manera excitada.

Antes de bajar, me dirigí a la habitación de armas para ir bien preparado con una ballesta y una espada. Como lo único que llevaba puesto era el pantalón del pijama, no pude armarme mucho más. La gran mansión estaba oscura y silenciosa, a excepción de las voces que llegaban de la planta baja; yo me encontraba en la tercera. Bajé con todo el sigilo del que era capaz, con cada sentido alerta a cualquier ruido, cualquier movimiento, cualquier amenaza.
Las voces eran cada vez más claras, y había una que predominaba a todas las demás y que me resultó familiar. La identifiqué cuando estuve en la planta baja; hacía mucho tiempo que no la oía, pero era sin duda la de Igor, la mano derecha de Samarac, mi padre.
Eso me proporcionó una leve tranquilidad. Si Igor estaba allí, significaba que no habría peligro, o debería significarlo. Sin embargo, no bajé la guardia. Los traidores eran igual que las cucarachas, se escondían y reproducían a gran velocidad, y cuando crees haber acabado con todas, te das cuenta de que tienes una plaga.

Asomé con cuidado la cabeza para ver quienes estaban en el salón. Lo primero que vi fue a Igor, un corpulento, alto y poderoso aliado de Samarac, de cabellos tan rubios que se veían blanquecinos, y con unos ojos de un profundo azul. Se encontraba erguido con porte orgulloso, y la mano derecha alzada mostrando la cabeza de un hombre en ella. Esa imagen no me causó un especial impacto, lo que sí lo hizo fue el ver allí a Hugo, con rostro tranquilo, despreocupado y… feliz.
¿En qué universo paralelo podía encontrarme en donde Hugo, en vez de estar en su función de mi eterno guardián y serio protector, esté tranquilamente en el salón y… ¡con mi padre al lado!? Era evidente aún seguía dormido, sólo en mis sueños podía darse un caso tan insólito.

-        El muy necio creyó que iba a unirme a él, por eso pude acercarme lo suficiente para decapitarle –comentó Igor risueño.

-        ¿A qué dios pertenece esa cabeza que ha conseguido liberarme de la eterna persecución de Hugo, y que mi padre no le mate por ello?-pregunté cuando vi que todos los que habían en el salón eran fieles a Samarac.

Todos los ojos se clavaron en mí, y yo bajé las armas, dejándolas en el sofá más cercano, para evitar malos entendidos. Habiendo unas dieciocho personas en el salón, yo sólo me centré en tres: Samarac, Igor y Hugo.

-        El dios de los traidores, hijo -contestó Samarac con la sonrisa más grande que jamás había visto en él-. Concretamente Carlos, el líder de los rebeldes.

Tardé un par de segundos en procesar la información, por lo sorprendente de la misma. Mis ojos se clavaron veloces en la cabeza que aún sostenía Igor en su mano, y la miré con detenimiento. ¿Podía ser aquella cabeza la del hombre que lideraba el grupo de rebeldes que quería vernos muertos a Samarac y a mí? ¿Era esa cabeza la del responsable de que tuviera durante doce años siempre a alguien vigilándome?

Sólo le había visto una vez en mi vida, la vez que él mismo se rebeló como líder de los opositores a Samarac, y vino dispuesto a matarnos. Era un niño en aquel entonces, pero recordaba a la perfección su mirada enfurecida, sus colmillos afilados y su disposición para matarme.

-        Igor ha conseguido acercarse a él inventando que quería unirse a su causa (como ya sabes, Igor y Carlos habían sido siempre buenos aliados, antes de la traición de éste último), el pobre idiota le creyó, y aquí está el resultado –me explicó Samarac-. Sin su líder, los rebeldes no tardarán en caer, ya no tienen a quién seguir. Están acabados.

Están acabados” repetí mentalmente saboreando el significado de cada palabra. Los rebeldes están acabados… lo que significa que… soy libre. Mientras observaba la siniestra cabeza sin vida, un recuerdo muy lejano vino a mi memoria; curiosamente, era justo el siguiente al sueño que acababa de tener.

Desperté dolorido en la cama más grande que había visto nunca a mi corta edad, habrían cabido perfectamente cinco personas más en ella. Me sentía desorientado, aturdido, y un miedo repentino me recorrió por completo cuando vi sentado al fondo de la habitación, al hombre que había afirmado ser mi padre horas antes.

-        Al fin despiertas, ¿acostumbras a tener siempre un sueño tan profundo?-preguntó con voz fría y baja.

-        ¿Y mi madre?-interrogué en cuanto los recuerdos volvieron a mí.

-        Muerta. El captador de la Orden la mató, y luego trató de ir a por ti para matarte también, pero llegué a tiempo para salvarte.

La primera palabra fue la única que entendí, pero también la única que fui incapaz de asimilar. Me quedé quieto en la cama sin poder decir nada, sin apenas respirar, sintiendo como un inmenso y doloroso vacío crecía dentro de mí. Mis ojos empezaron a arder.

-        Has tenido suerte de que os encontrara antes que la Orden, de otro modo tú también habrías muerto –continuó explicando al ver que yo no hablaba-. Si tu madre no hubiera sido tan estúpida de ocultarte de mí, esto nunca…

Más rápido de lo que jamás me había movido a esa edad, me lancé a por aquel extraño. No pensé en las consecuencias que podía tener esa acción, ya que siempre había tenido mucha fuerza, incluso de niño; quería pagar con alguien el dolor que sentía en ese momento, y el que él la hubiera insultado, hizo que se convirtiera en mi blanco. Sin embargo, eso nunca ocurrió, ya que jamás pude llegar a tocarle.
Al acercarme a él, se levantó, y cuando estaba a punto de golpearle, sentí como una mano de hierro se aferraba con fuerza al cuello de la camisa de mi pijama, elevándome del suelo hasta colocarme a la altura de sus ojos. Observé, con miedo el rostro sereno de aquel hombre mientras trataba de aflojar la opresión de su agarre, el cual comenzaba a asfixiarme. El miedo aumentó al ver un fondo rojizo amarillento en sus ojos negros, sólo un destello, pero fue terrorífico. Más aún, cuando veía que ninguno de mis esfuerzos por liberarme de su puño de hierro obtenía resultado alguno.

-        Atacar a un desconocido siempre entraña el riesgo de no saber si podrás con él –murmuró en un tono tan calmado como frío.

Cada vez me costaba más respirar, intentaba introducir la mayor cantidad de aire posible a mis pulmones, pero empezaba a ser imposible. Vi un nuevo destello en sus oscuros ojos, me di cuenta de que ese rojizo amarillento parecía tenerlo siempre, pero en ocasiones centelleaba. Y entonces me soltó.
Caí al suelo ágilmente a pesar de todo, y tosí con ganas, alejándome lo máximo posible de él.

-        ¿Qué… qué…?-no sabía cómo formular la pregunta- ¿Qué es usted?

-        ¿Nunca te ha dicho tu madre por qué con sólo siete años eres más fuerte que un hombre adulto? ¿Crees que es normal que un niño tenga unos reflejos tan buenos, una visión tan aguda, un oído tan fino, un olfato tan desarrollado o una velocidad tan sorprendente?-planteó con voz pausada avanzando un paso hacia mí- La respuesta es no; y al llegar a adulto todo eso se habrá duplicado. Y sin embargo, no es nada en comparación a lo que podrías llegar a ser…

Quedé asombrado por todo lo que ese extraño parecía saber de mí, cosas que sólo mi madre y yo sabíamos. Me dolió volver a recordarla… ella siempre me decía que no mostrara (a pesar de lo mucho que me gustaba hacerlo) mis habilidades con nadie; ni adultos, ni con niños. Y yo solía obedecerla, lo intentaba al menos.

-        ¿Cómo sabe usted eso?

-        Porque soy tu padre, como ya te dije, y porque no soy humano –afirmó con fría naturalidad-. Por lo tanto, tú tampoco podías salir como un niño… normal, ¿verdad?

-        ¿Qué es usted?-pregunté de nuevo.

-        Un vampiro desde hace cerca de un milenio –musitó, y antes de continuar tragó saliva-. Aunque desde hace casi una década soy… un vamp-lobo -la última palabra la soltó mostrando un gran esfuerzo e incluso dolor; yo no entendí el motivo.

-        ¿Un vampiro… es ese monstruo que bebe sangre?-pregunté recordando que hacía poco más de un mes, pinté en clase de dibujo a un vampiro y mi profesora me había explicado lo que era.

-        Sí. Pero “monstruo” es la palabra utilizada por los débiles que temen nuestra superioridad, y se auto protegen tachándonos de criaturas inferiores, cuando en realidad somos notablemente superiores -explicó con una leve sonrisa.

-        Y ¿qué es un vamp-lobo?-pregunté a continuación, seguro de que jamás había pintado a esa criatura.
-        Un vampiro mordido por un licántropo -su rostro volvió a ser serio-. Esa mordedura hace que el vampiro sea más débil, acorta su vida considerablemente y puede salir a la luz del sol sin sufrir ningún daño -explicó lacónico, y volvió a clavar sus ojos negros (con otro pequeño destello rojizo amarillento) en los míos-. El que sea un vamp-lobo es la razón por la que tu madre te ha ocultado siempre de mí.

Sentí una fuerte punzada cerca del corazón. Prefería seguir hablando de las rarezas de ese hombre a que hablara de los motivos de mi madre para ocultarme todas esas cosas, pero no conseguí hablar.

-        Debes de saber que no soy un vampiro cualquiera, (“vamp-lobo” no es una palabra que me guste usar, por lo que no volveremos a decirla en lo referente a mí)- añadió en un tono que no admitía réplica-. Soy uno de los tres vampiros más poderosos del mundo, por lo que tengo muchos enemigos. Después de que me mordiera ese maldito licántropo mis días están contados, y muchos de los que desean ocupar mi lugar se han unido para rebelarse contra mí. Ninguno de ellos dudará ni un segundo en matar al que realmente ocupará ese lugar -afirmó observándome con un prolongado destello rojizo amarillento.

Me quedé esperando a que continuara hablando, pero no lo hizo, se limitó a mirarme, como si esperara que fuera yo el que dijera algo. Decidí, segundos después, preguntar lo que en realidad quería saber, aunque me costara decirlo.

-        No entiendo qué tiene eso que ver con que mi madre me ocultara de usted.

-        Es muy sencillo, Alejandro, tú eres el que ocupará mi lugar -develó aumentando la intensidad de su voz para dar más fuerza a sus palabras, como si no fueran lo bastante fuertes ya–. Y tu madre no quería eso por todos los enemigos que tendrías, por todos los que querrían matarte. Ella pensó que lo mejor era huir de todo y que así te mantendría a salvo. Y por esa manera absurda de pensar, es por lo que ha caído en las garras de otro enemigo, el eterno enemigo: los cazadores de vampiros. La Orden del Sol.

Igor dejó la cabeza encima de la mesa produciendo un sonido repugnante que me hizo regresar de golpe al presente.

-        ¿Esto quiere decir que ya no necesito tener a Hugo como mi eterna sombra nocturna?-pregunté esperanzado.

-        No hay que lanzar cohetes con tanta rapidez, Alejandro -respondió Samarac-. Todavía podría querer algún otro incauto ser el próximo líder, querer ocupar tu sitio como sucesor y matarte para conseguirlo. Hasta que no estén todos incinerados no hay que cantar victoria.

Mi entusiasmo se esfumó. Debí haber supuesto que Samarac no correría riesgos, que se aseguraría concienzudamente que ya no quedaban rebeldes antes de dejarme a mi aire. Apreté con fuerza los dientes como único medio de expresar mi frustración.

-        En ese caso, me voy ya -informé con fingida indiferencia-. Tengo que seguir vigilando a la muchacha, ya estoy cerca de descubrir su don y…-me acerqué a la ventana para descorrer un poco la cortina, dejando que un débil rayo de sol penetrara en la habitación, molestando con ello a todos los presentes-… está amaneciendo -finalicé con una amplia sonrisa.

Cogí de nuevo las armas para dejarlas otra vez en su sitio, y entré en mi cuarto cerrando la puerta tras de mí. 

Bueno, hasta aquí... ¿os ha gustado? Espero que sí  ^^
¡Si llegamos a los 60 seguidores en el blog subiré más! 

4 comentarios:

Josema Beza dijo...

Me gusta... tengo ganas de leer la continuación...

analasin dijo...

Me ha encantado el principio del fin, y despues de leer este primer capitulo me muero de ganas deq saques el resto! escribes muy bien! Muchos gracias por los buenos ratos leyendo este libro :)

analasin dijo...

Me ha encantado el principio del fin, y despues de leer este primer capitulo me muero de ganas deq saques el resto! escribes muy bien! Muchos gracias por los buenos ratos leyendo este libro :)

Luna Marina Soler dijo...

¡Gracias! ^^
Me alegro que lo disfrutéis, ya falta poco para que salga a la venta "Las Sombras de la Tríada"
¡Un beso gordo!